Palabras de vida

Las relaciones nos cambian. Si tenemos un amigo cercano o un cónyuge con el que compartimos la vida, es inevitable que afecten nuestra forma de pensar y comportarnos. En el Salmo 119, el autor ha tenido una relación cercana con Dios a través del estudio de Su palabra. Se ha sumergido en las Escrituras y ahora escribe un poema que testifica el enorme impacto que las Escrituras han tenido en él. ¿Cómo ha sido cambiado?

El salmista reconoce su profunda dependencia de Dios para todas las cosas, incluso pidiéndole a Dios que le ayude a entender Su Palabra. Él declara: “tu siervo soy: dame entendimiento y llegaré a conocer tus estatutos” (v. 125). A medida que crecía en su conocimiento de la Palabra de Dios, su dependencia de Dios para entendimiento también creció (v. 105).

El salmista se deleitaba y amaba las Escrituras. Diez veces usa la palabra “delicia” en referencia a la Palabra de Dios. Con frecuencia confiesa que ama las Escrituras: “¡Cuánto amo yo tu ley! Todo el día medito en ella” (v. 97). O, “El corazón de ellos es torpe e insensible, pero yo me regocijo en tu ley” (v. 70). Aquí se describe a los malvados como insensibles, mientras que el salmista está lleno de deleite. Apartados de Dios, la gente tiende a amar las cosas equivocadas. Uno de los beneficios de meditar en la Palabra de Dios es que crecemos para amar lo que Dios ama y odiar lo que Él odia.

El autor expresa una devoción incondicional a las Escrituras. Esto significa que no solo la abre de vez en cuando, sino que es su meditación persistente. Reflexiona sobre esto en la noche (v. 55), medianoche (v. 62), todo el día (v. 97), e incluso siete veces al día. (v. 164).

• Cuando eres devoto de alguien, pasas tiempo con él, lo escuchas atento y realmente buscas comprenderlo. Ese es el tipo de devoción que expresa aquí el salmista. Que nosotros también crezcamos en nuestro amor por la Palabra de Dios y permitamos que nos cambie.