¿A quién adoras?

La adoración de ídolos era una parte importante de la vida de los vecinos de Israel. Expertos artesanos crearon ídolos con los mejores materiales disponibles. Los sacerdotes realizaban elaboradas ceremonias para dotar al ídolo de la presencia del dios. El ídolo entonces sería tratado como realeza. El objeto sería vestido y “alimentado” con lo mejor, tratado con asombro y reverencia.

La lectura de hoy es un salmo de alabanza conmovedor para recordarle a Israel que el Señor es más grande que los dioses de las naciones. También fue un severo recordatorio para Israel de que adorar ídolos era una tontería. Estos ídolos eran “de oro y plata, producto de manos humanas” (v. 15). Tenían bocas, ojos y oídos que no funcionaban (vv. 16–18). Estos dioses nunca podrían salvar o liberar como el Señor. El salmo le recuerda a Israel que el Señor es Aquel que los libró de Egipto y los llevó a la tierra de Canaán (vv. 8–12).

Viviendo en el siglo XXI, es fácil pensar que somos inmunes al peligro de adorar ídolos. Pero un ídolo es cualquier cosa en la que ponemos nuestra lealtad, confianza o esperanza en lugar de Dios. Un ídolo podría ser nuestra dependencia de las redes sociales para la afirmación o la esperanza que confiamos a los políticos. Hay cientos de formas en que podemos caer en la trampa de la adoración de ídolos. Un peligro adicional es que lleguemos a ser como lo que adoramos (v. 18).

La buena noticia es que, si adoramos a Dios, creceremos para llegar a ser como Él. Como Pablo explicó: “Así, todos nosotros, que con el rostro descubierto reflejamos como en un espejo la gloria del Señor, somos transformados a su semejanza con más y más gloria” (2 Corintios 3:18).

• Uno de los beneficios de la alabanza es que nos recuerda quién es Dios para que no caigamos en la trampa de la idolatría. Hoy escucha una canción de alabanza que recuerda el carácter de Dios. Si necesita una sugerencia, comienza con el himno Alabad al gran Rey.