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21 de mayo del 2022 | Salmo 137
En el 586 a.C., el ejército babilónico invadió Jerusalén y destruyó la ciudad y el templo. Se llevaron cautivas a muchas personas y las obligaron a exiliarse. La lectura de hoy ofrece un vistazo de cómo el pueblo de Dios respondió a su situación.
El Salmo 137 comienza con una descripción desgarradora: “Junto a los ríos de Babilonia nos sentábamos y llorábamos al acordarnos de Sión” (v. 1). Para empeorar las cosas, sus captores babilónicos se burlaron de ellos pidiéndoles que cantaran canciones que celebraban a Jerusalén (v. 3). Eran las personas que habían destruido la ciudad. Era el tipo de cosa que haría un matón para avergonzar a alguien más débil que ellos.
El pueblo reconoció que no se atrevía a cantar sobre Jerusalén, pero tampoco quería olvidarse de la ciudad (vv. 4–5). Entendieron que en el exilio probablemente sería más fácil si simplemente pudieran olvidarse de Jerusalén y asimilarse a la vida babilónica. Pero eso significaría darle la espalda a quienes eran y a la restauración prometida de Dios.
El salmo toma un giro oscuro en los versículos 7–9. El pueblo pide a Dios que se acuerde de las atrocidades que les hicieron los edomitas y babilonios y que no las deje impunes. El exilio de Israel se debió a su propio pecado y la infidelidad al pacto. Aun así, los babilonios y los edomitas fueron más allá de las exigencias de la justicia en su comportamiento hacia Israel (Lamentaciones 4:22; Ezequiel 35:15; Jeremías 50). En este lamento, el pueblo descarga su ira y frustración en Dios y le ruega que actúe. Al expresar sus sentimientos perturbadores hacia sus opresores, están entregando estos sentimientos a Dios.
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POR RYAN COOK |
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Ryan Cook es profesor asociado de Antiguo Testamento y Hebreo en Moody Theological Seminary. Ha trabajado en el campo de la educación cristiana y fue pastor en Michigan durante siete años. Ryan, su esposa Ashley y sus tres hijos residen en el noroeste de Indiana.
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