Esperanza en el sufrimiento

Ser humano es sufrir. Esto también es cierto para los creyentes. No solo sufrimos los dolores y aflicciones normales comunes a todas las personas, sino que Jesús prometió que también podríamos sufrir debido a nuestra lealtad a Él (Juan 15:18). Jesús no prometió quitar nuestros sufrimientos en esta vida. El autor George Mac Donald lo expresó de esta manera: “El Hijo de Dios padeció hasta la muerte, no para que los hombres no sufrieran, sino para que los sufrimientos de ellos fueran como los de Él”.

El Salmo 130 comienza con el clamor angustioso: “A ti, SEÑOR, elevo mi clamor desde las profundidades del abismo” (v. 1). Las profundidades descritas aquí por el salmista son cualquier lugar que se sienta desesperado. El salmista no trata de esconder su sufrimiento o fingir que no está pasando. Al contrario, acepta su realidad al mismo tiempo que abraza la realidad de Dios. En su momento de necesidad, se vuelve a Dios y pide misericordia (v. 2).

El salmista reconoce que algunos sufrimientos son el resultado del pecado. Ya que todos han pecado, Dios estaría justificado al permitir que el sufrimiento sea nuestra experiencia principal tanto en esta vida como en la venidera. Pero el salmista conoce algo más acerca de Dios. Dios se deleita en perdonar (v. 4). Dios abrió un camino para que las personas fueran perdonadas a través de la muerte y resurrección del Señor Jesús. Cuando se escribió este salmo, la cruz era un evento futuro. Sin embargo, el sistema de sacrificios lo señalaba.

A veces, cuando sufrimos, podemos preguntarnos: “¿Qué podemos hacer?” El salmista nos dice que hay algo que podemos hacer—esperar (Salmo 130:5–6). Esperar no es una respuesta pasiva; es una expresión de esperanza en Dios. Esperamos mientras reconocemos que Dios tiene el control.

• Hoy, sea lo que sea que estés esperando, sea cual sea la situación en la que te encuentres, debes saber que Dios está en el trono. Puedes estar seguro, “Porque en él hay amor inagotable; en él hay plena redención.” (Salmo130:7).