El Señor fortalece

A principios del siglo XVI, un joven monje alemán llamado Martín Lutero cambió el mundo cuando predicó que la salvación venía únicamente a través de la fe en Cristo, y nada más. En marcado contraste, otro predicador famoso, Johannes Tetzel, enseñó que se podía comprar la entrada al cielo, y obtuvo grandes ganancias vendiendo indulgencias. En el pasaje de hoy vislumbramos otro feroz argumento entre profetas verdaderos y falsos.

Al comienzo de este capítulo, el Señor reprendió a los líderes políticos de Israel por explotar al pueblo de Dios: devoraron a aquellos a quienes deberían haber protegido. En el pasaje de hoy, el Señor critica duramente a los líderes religiosos de Israel por su participación en hacer que el pueblo de Dios pecara.

Los líderes religiosos de Israel, las mismas personas que deberían dar un buen ejemplo de su relación con Dios, estaban usando su posición para enriquecerse. Su devoción por el dinero significó que dieron forma a su mensaje de acuerdo con lo que llenaría sus cuentas bancarias. El Señor no mira con buenos ojos la manipulación de Su pueblo o el uso ilegítimo de Su nombre, por lo que promete que estarán “en vergüenza . . . humillados . . . y Dios les tapará la boca” (v. 7). Dios no permitiría que los líderes de Israel se enriquecieran a expensas de otros.

En el versículo 8, Miqueas se contrasta a sí mismo con los líderes religiosos de Israel que dicen: “Yo en cambio”. Las palabras del profeta se basan en el “poder” de Dios y llevan su “justicia y fuerza” (v. 8). Por eso es capaz de decir verdades duras y llamar al pueblo de Dios al arrepentimiento. La mayoría de nosotros no estamos llamados al ministerio profético difícil que tuvo Miqueas. Pero podemos considerar cuán fieles somos al representar a Dios ante los demás.         

• El pasaje de hoy es una advertencia de que no todos los líderes religiosos son rectos. Debemos tener cuidado de no seguir a nadie a ciegas, sino de comparar todo lo que se nos enseña con la verdad de la Palabra de Dios.