Un tiempo y lugar

Nuestras vidas están enmarcadas por un tiempo específico en la historia. Una expansión de años marcados por eventos memorables locales, nacionales, mundiales y personales. Las personas de mi edad recordarán el verano de 1964, cuando los “Viajeros por la Libertad” arriesgaron sus vidas para que los afroamericanos fueran reconocidos como seres humanos creados a imagen de Dios. Otros recuerdan el día en que cayó el Muro de Berlín o la impactante destrucción del 11 de septiembre. Y todos recordaremos la pandemia mundial de COVID0-19. En pocas palabras, los humanos existimos en el contexto de la historia.

En sus versículos introductorios, el profeta Miqueas da a los lectores un sentido de su propio lugar en el tiempo y el espacio del mundo entero. En el primer versículo, pide a la gente que escuche las palabras que “vinieron a el”, “durante los años cuando Jotán, Acaz y Ezequías” (reyes en esos días) que tenían que ver “con Samaria y con Jerusalén” (v. 1).

Fueron días oscuros para Samaria y Jerusalén, las capitales del reino del norte de Israel y del reino del sur de Judá. Como descubriremos en este estudio, el liderazgo político y religioso no había amado ni a Dios ni a su prójimo. Esto llevó al Señor a reprenderlos duramente a través de Miqueas. Aunque el profeta enfrentó una severa oposición de la gente que buscaba salvar, nunca vaciló en su compromiso de hablar verdades duras, sazonadas con gracia al pueblo de Dios.

La verdad de Dios descendería sobre ellos de “su santo templo” (v. 2). Lo que hacemos, en nuestro propio lugar y tiempo, no pasa desapercibido para el Rey de Reyes. El juicio vendrá.

• Haz una breve lista de los eventos significativos (personales o culturales) que han marcado tu vida. Cuando recuerdes esos momentos antes y después, considera cómo Dios estaba trabajando y las lecciones aprendidas.