Aprender a perder

Cuando mi esposa y yo nos mudamos a una casa más pequeña, tuvimos que deshacernos de muchas cosas. Fue difícil clasificar qué guardar y qué tirar o regalar. Algunos artículos eran sentimentales para nosotros, como los juguetes de nuestros hijos cuando eran pequeños. Otros todavía parecían tener valor, como los libros de mi biblioteca. Pero ya no teníamos espacio para todo.

Cuando el apóstol Pablo se entregó a Jesucristo, también pasó por una especie de limpieza de casa. Pero en este caso, tuvo que dejar al lado las cosas con las que solía contar para la justicia antes de creer en Jesucristo. Pablo entendió que en lo que creía antes era una justicia falsa. De hecho, Pablo ahora veía estas cosas como “perdida”, una palabra que se usa para describir las cosas que están podridas y en descomposición. En los días de Pablo era la palabra para estiércol. No podría haber elegido una imagen más desagradable para describir la justicia que tenía antes de que Cristo cambiara su vida.

¿Qué obtuvo Pablo a cambio? Según vv. 8–9, ganó a Cristo. También encontró una justicia que no era algo que se había ganado al guardar la ley, sino una que venía mediante la fe en Cristo. Si quieres ser justo a los ojos de Dios, debes rendirte. Debes renunciar a tus propias afirmaciones de ser lo suficientemente bueno y reconocer que Dios solo aceptará lo que Jesucristo ha hecho por ti. Esta justicia no se gana, sino que se te da como un regalo. Somos encontrados en Él sin tener justicia propia (v. 9).

• ¡Es hora de limpiar la casa! ¿Qué necesitas dejar ir para volverte a Cristo? Cualquier justicia que puedas reclamar como tuya es peor que basura. Pablo lo llama estiércol. Déjalo ir y elige a Cristo en su lugar.