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2 de diciembre del 2021 | Génesis 3:1–15
Mi esposa y yo tratamos de tener cuidado con lo que prometemos a nuestros hijos. Se trata de algo más que ser fieles a nuestra palabra. Es un factor clave para crear y fomentar la confianza. Una de las cualidades más asombrosas de Dios es que siempre cumple Sus promesas. Esta semana, nos centraremos en el primer regalo que recibimos a través de la venida de Jesucristo: el regalo de las promesas de Dios hechas y cumplidas.
La lectura de hoy detalla el primer episodio de la trágica historia de la desobediencia humana a Dios. Dios creó un mundo bueno para los portadores de Su imagen. Les proporcionó comida y trabajo significativo (Génesis 2:15). También dio una advertencia específica, “pero del árbol del conocimiento del bien y del mal no deberás comer. El día que de él comas, ciertamente morirás” (Génesis 2:17).
En este paraíso entró una serpiente astuta, Satanás disfrazado, quien convenció a la mujer de que cuestionara el mandato de Dios y Sus motivos (Génesis 3:1–4). Tanto la mujer como el hombre desobedecieron a sabiendas el mandato de Dios y decidieron comer del árbol (v. 6). Cuando Dios los confrontó, juzgó a los tres. Pero Dios también proporcionó un rayo de esperanza. Le dijo a la serpiente: “Pondré enemistad entre tú y la mujer, y entre tu simiente y la de ella; su simiente te aplastará la cabeza, pero tú le morderás el talón” (3:15). Dios indicó que habría un conflicto continuo entre la descendencia de la mujer y la serpiente, pero que a través de sus descendientes vendría la victoria. Esta promesa se aclara en el resto del Antiguo Testamento y se cumple con el nacimiento de Cristo (Gálatas 4:4).
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POR RYAN COOK |
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Ryan Cook es profesor asociado de Antiguo Testamento y Hebreo en Moody Theological Seminary. Ha trabajado en el campo de la educación cristiana y fue pastor en Michigan durante siete años. Ryan, su esposa Ashley y sus tres hijos residen en el noroeste de Indiana.
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